Desde que tenemos consciencia, parece ser que las personas somos más positivas y estamos más activas durante el día que durante la noche. Tiene lógica porque los seres humanos somos seres diurnos por supuesto, pero también tiene una explicación razonable. Además, tendemos a ser más pesimistas por la noche, sobre todo si ronda por nuestra cabeza algún tipo de preocupación pendiente por resolver.
¿A quién no le ha pasado que la noche anterior a un examen se nos cruce por la cabeza pensamientos pesimistas como: "Me voy a quedar en blanco" o "Tengo la sensación de que se me ha olvidado todo"...? O en el caso de que tengamos que irnos de viaje al día siguiente, pensar: "Ya verás como mañana algo sale mal, pierdo el bus/tren/avión o me olvido de algo importante". Y despúes, al día siguiente por la mañana lo acabamos dando menos importancia.
Todo esto no quiere decir que seamos, por norma general, gente bipolar ni con cambios bruscos de personalidad (aunque siempre hay excepciones claro está), sino que tiene una connotación más bien científica ajena a nuestra forma de ser por naturaleza. Así que ya tenéis la excusa perfecta para echarle la culpa, en parte, a vuestro estado de ánimo (sobre todo nocturno); porque el
culpable de haceros sentir de tal manera es: LA SEROTONINA.
La luz del sol se encarga de que nuestro cuerpo reciba la suficiente dosis de VITAMINA D necesaria para el buen funcionamiento de nuestro metabolismo, y sobre todo de nuestro estado de ánimo, ya que nos ayuda a regular nuestros niveles de serotonina (responsable de aliviar el estado de ánimo a través de la inhibición de la ira, agresividad, humor y sueño); lo que hace que nos sintamos de buen humor y estemos contentos y más motivados.
Pero si algún día o por un tiempo prolongado (como suele ser en las estaciones de otoño e invierno) no hemos recibido nuestra dosis necesaria de luz solar (la cual es suficiente con media hora diaria de exposición); nuestros niveles de serotonina bajan y entonces es cuando aparecen con más frecuencia esos episodios de pesimismo, irritación, desgana o depresión, los cuales se suelen manifestar con más intensidad durante la noche.
Además, algunas personas suelen padecer como consecuencia el Trastorno Afectivo Estacional (TAE), que responde a la necesidad de las personas a estar expuestas a
la luz natural, cuya ausencia de la misma causa una predisposición al
desgano y la tristeza. Es un tipo de depresión caracterizado por cambios de humor graves durante las épocas que hay poca luz solar, cuyos síntomas suelen ser: tristeza, ansiedad, pesimismo, sentimiento de culpa, irritabilidad, pérdida de interés generalizado, cansancio, poca energía, déficit de atención, insomnio y cambios de peso, entre otros.
Aunque gracias al avance tecnológico, hemos podido combatir, en cierta medida, este problema a través de la fototerapia, que es la invención de luz artificial que imita la luz del sol a partir de radiaciones electromagnéticas, ya sean de origen natural o artificial; engañando así a nuestro organismo y haciéndonos sentir mejor durante esos duros días de invierno grises y apagados y esas noches oscuras y frías, sobre todo en aquellos países nórdigos que tienen 6 meses de oscuridad cada año.
Así que ya sabéis, no os quedéis mucho tiempo encerrados en casa, sobre todo en otoño e invierno, y salid todos los días a dar una vueltecita para tomar vuestro baño de sol matutino si queréis tener una buena salud física y mental. Además, existen otros recursos que pueden servir de complemento y reforzar nuestro estado de ánimo como es: esuchar música, bailar, hacer ejercicio y/o relacionarse con la gente (encargados de sintetizar endorfina, responsable de la felicidad; y dopamina, responsable del placer y la motivación).