domingo, 25 de enero de 2015

DESMANTELANDO LOS 7 PECADOS CAPITALES

La personalidad del ser humano está compuesta por un conjunto de virtudes y defectos que nos hacen únicos. Algunos abundan más que otros dependiendo de la persona, y eso es lo que nos define como más buenos o más malos.

Pero la Iglesia siempre nos ha inculcado que para ser buenas personas tenemos que reducir al máximo los defectos que nos hacen ser malos, denominándolos pecados capitales o vicios, y clasificándolos en siete: Ira, gula, ambición, envidia, lujuria, pereza y orgullo.


Su objetivo es que erradiquemos estos vicios de nuestra vida para ser puros, pero no sé si son conscientes de que eso es imposible. Estos "pecados" de los que habla la Iglesia no son más que rasgos de la personalidad imprescindibles e inherentes al ser humano. Superficialmente pueden parecer perjudiciales, pero con esta entrada os quiero demostrar que cada uno aporta un beneficio para la vida, el cual no podría darse si no existiesen.

Así pues, comencemos con la IRA, que se define como un estado de enfado violento o deseo de venganza. A simple vista la ira se considera negativa porque conlleva agresividad, pero imaginaros si todo el mundo careciese de este rasgo, incluido los animales. La ira hace que todos los animales puedan defenderse ante ciertas amenazas.

Sólo existió un animal que no tenía ira y que ahora está extinto. Ese animal es el Dodo, un ave columbiforme (con forma de paloma) del tamaño de un cisne con una cabeza enorme y un pico robusto. Vivía en las islas Mauricio y el último ejemplar desapareció en 1761 porque se dejaba comer los huevos de sus crías. No sentía esa necesidad de defender lo que era suyo, lo que se puede denominar un ave tonta careciente de ira o enfado. Por tanto, la ira también es necesaria para defender lo que es nuestro y así hacer frente a ciertas situaciones.

Continuemos con la GULA, que es el deseo o placer por la comida y bebida sin necesidad de pasar hambre o sed. No existe ser en la tierra capaz de comer sólo cuando tiene hambre teniendo comida a su disposición en cualquier momento o cuando se le ofrece. Hasta un simple gato, si le ofreces un trozo de comida que le guste, lo comerá aunque no tenga hambre.

Este hecho se debe a que nuestro organismo está preparado para poder comer, a pesar de carecer de hambre, con el fin de almacenar energías y así tener reservas por si más adelante falta la comida. Además, el gusto influye mucho en este rasgo, ya que, gracias a nuestras papilas gustativas, la comida nos resulta agradable y atractiva, saboreándola de manera que así saciamos ese placer que nos provoca comerla.


 Sigamos con la AMBICIÓN, definida como el deseo ardiente de poseer riquezas, poder o cualidades. Si esto lo aplicamos a la vida individual de cada persona, la ambición es necesaria para conseguir los objetivos, metas o sueños que tenemos. Gracias a la ambición el ser humano tiene la suficiente motivación como para no desistir en un sueño por muchas veces que fracase. Si insiste lo suficiente, tarde o temprano lo conseguirá.

Por eso existen muchas personas que han llegado tan lejos a pesar de los palos que le ha dado la vida, como Walt Disney por ejemplo. Antes de convertirse en uno de los hombres más famosos del mundo, trabajó para una empresa que le despidió por falta de creatividad. Puede parecer irónico, pero él jamás desistió porque tenía bastante ambición y continuó por su cuenta hasta crear una de las mayores empresas de dibujos animados de la historia, y que actualmente sigue teniendo mucho éxito y fama.

En lo que se refiere a la ENVIDIA, ésta se define como el sentimiento o estado mental que nos hace sentir desdicha por no poseer lo que el otro tiene, ya sean bienes o cualidades. Es decir, es el deseo de algo que no se posee. Siempre se ha dicho que existe envidia buena y mala, pero ambas persiguen el mismo objetivo: la necesidad de conseguir lo que otros ya tienen para ser más felices. Este rasgo de la personalidad es la causa o el desencadenante de que todo ser vivo imite a otro; y gracias a la imitación se produce el aprendizaje de conocimientos, cualidades y habilidades necesarias para la supervivencia y calidad de vida.

Además, existe un autor de la psicología evolutiva, Ausubel, que explica este comportamiento con su teoría constructivista del andamiaje y aprendizaje por descubrimiento a través de la imitación  de lo que otra persona hace, la cual actúa como modelo en dicho proceso de aprendizaje. Así pues, si no existiese la envidia, las personas no tendrían la necesidad de imitar y se habrían perdido muchos conocimientos y habilidades útiles para la vida.

Si hablamos de LUJURIA, también conocida como lascivia, nos referimos al deseo o apetito sexual apasionado e incontrolable. Este rasgo de la personalidad apareció en el ser humano tras perder lo que se conoce como celo en los animales. El celo hace que se produzca una segregación de hormonas sexuales que hacen que estén receptivos para aparearse y así reproducirse en ciertos momentos del año; pero el ser humano es el único animal que ha evolucionado de tal manera que puede elegir cuándo aparearse. Se puede decir que está en celo constante, y esto es gracias a la lujuria.

Si el ser humano (que ya carece de celo) no tuviese ese libido o apetito sexual, no tendría razón alguna para reproducirse y mantener así la especie. Por tanto, esa pasión que sentimos hacia otras personas y que nos provoca placer es la que, en cierto modo, nos salva de la extinción.

En cuanto a la PEREZA, se define como la falta de ganas de realizar actividades, es decir, las ganas de no hacer nada. Aunque mucha gente toma este rasgo como negativo, en realidad se da en todo ser vivo (el campeón de esta cualidad se lo lleva el perezoso, de ahí su nombre), y tiene un objetivo bastante beneficioso que es: combatir el estrés provocado por ciertas situaciones o la rutina diaria.

Si las personas no tuviesen pereza, no pararían de hacer cosas y moverse, lo que aumentaría el estrés y el cansancio tanto físico como mental. Por eso es tan necesaria, ya que ayuda a desconectar de la monotonía y relajarnos durante un rato para tener nuestro momento de paz. Esto es tan necesario como el ejercicio; siempre debe haber un equilibrio para una buena calidad de vida.

Y por último tenemos el ORGULLO, también conocido como soberbia, y definido como un exceso de estimación propia o arrogancia, pero también se considera una satisfacción personal que se experimenta por algo propio y valioso para uno mismo. Este rasgo de la personalidad es imprescindible tenerlo en su justa medida, ya que nos ayuda a autoafirmarnos ante ciertas situaciones; lo que hace que los demás no puedan aprovecharse de nosotros.

Si no tuviésemos nadie orgullo, seríamos una presa fácil para aquellas personas a las que les gusta aprovecharse de la bondad o generosidad de la gente. Además, tenerlo evita que tengamos una baja autoestima ante situaciones que puedan rebajarnos o humillarnos como personas.

Como podéis ver, todos estos rasgos también forman parte de nuestra personalidad; y que los poseamos no significa que seamos peores personas. Aunque no debemos olvidar también que todo en exceso es malo, así que no debemos abusar de ellos. Como he dicho antes, siempre debe haber un equilibrio. Esa es la clave para una buena vida.

sábado, 3 de enero de 2015

LA MAGIA DE LOS BESOS



Desde pequeños siempre nos han dado besos para mostrarnos el afecto y cariño que sienten hacia nosotros pero, sin duda alguna, el beso con el que más se siente y el que más nos gusta es en los labios con la persona que amamos.

A pesar de transmitirnos cerca de 80 millones de bacterias durante un beso apasionado de 10 segundos, según los estudios realizados por unos científicos de Nueva Zelanda, el beso tiene tanto peso sobre nuestras emociones y nos reporta tantos beneficios que estamos dispuestos a correr ese riesgo.

Pero ¿Por qué son tan importantes nuestros labios?

A parte de ser la única zona del cuerpo que no suda, los labios son el lugar más sensible y erógeno de nuestro cuerpo, ya que está compuesto por multitud de terminaciones nerviosas cuyo tacto nos hace sentir más que en otro lugar; por eso utilizamos los labios como una forma de expresar nuestro cariño hacia los demás.

Y ¿Por qué nos gusta tanto dar besos? Esa es la clave de esta entrada.


La respuesta se encuentra en el momento que nacemos. Nuestro primer contacto afectivo y de seguridad se produce en los labios, al sentir la presión del pezón de la madre cuando somos alimentados. Un ejemplo muy claro se aprecia en el estudio que realizó Freud, el cual dice que la primera etapa psicosexual por la que pasa el ser humano es la etapa oral, donde los labios, lengua y encías son el centro de las sensaciones placenteras en el cuerpo; y la succión y alimentación son las actividades más estimulantes. Esto hace que el cerebro del bebé asocie toda esta estimulación que recibe a través de los labios con emociones positivas que perduran durante toda nuestra vida.



Por otro lado, el beso también es muy importante a la hora de conservar una pareja. Es uno de los factores que nos ayudan a decidir si realmente existe una conexión con la otra persona. Cuando estamos con la pareja aprendemos mucho de ella a través de nuestros sentidos del olfato, gusto y tacto; y toda esa información es recibida por el cerebro, que se encarga de procesarla y asimilarla. De hecho, el olor de una persona puede proporcionar pistas subconscientes sobre su ADN.

Además, los psicólogos evolutivos de la Universidad Estatal de Nueva York descubrieron, a través de un estudio, que el 59% de los hombres y el 66% de las mujeres dicen que han terminado una relación porque los besos no iban bien. Esta es la prueba de fuego definitiva de nuestra naturaleza, lo que hace que nos sintamos más atraídos por personas que pueden ser nuestros mejores socios genéticos. Y esta selección hace que acabemos estando con personas con una clara diferencia genética a la nuestra para combatir enfermedades, lo que tiene como beneficio que los hijos tengan un sistema inmune más fuerte.

Esto no quiere decir que estemos pensando en ser padres cuando nos besamos con nuestra pareja, pero sí es verdad que los besos proporcionan las pistas necesarias para ayudarnos a decidir si una relación es buena o no.